Y así es la vida
Cuando tenía dieciséis años creía que la vida era una película a punto de empezar. Me veía cruzando océanos, enamorándome en estaciones de tren, viviendo aventuras que dejarían cicatrices hermosas. El mundo era enorme, recién estrenado, y yo tenía la arrogancia dulce de quienes creen que todo está por conquistar. Después llegaron los veinte. Llegaron los primeros amores, esos que no se conforman con tocarte: te incendian. Prometían para siempre, pero terminaron como terminan las tormentas: dejando charcos donde antes había fuegos artificiales. Aun así seguí buscando. El gran amor, el definitivo, el que me sostendría en los días nublados y me celebraría en los soleados. Rozando la treintena apareció un hombre que no prometió fuegos artificiales, sino una silla donde descansar. Y lo elegí. No fue un “destino escrito en estrellas”, fue una decisión. Una de esas que te cambia la vida sin hacer ruido. Y la vida pasó. Vinieron los hijos, las noches sin dormir, las facturas que nadie te expli...